Si estamos constantemente buscando la novedad, a menudo nos estaremos privando de las verdades más esenciales. El antídoto para el sufrimiento y la creencia en un yo es ir al origen mismo de nuestros pensamientos y reconocer la naturaleza última de la mente. ¿Cómo podría envejecer alguna vez una verdad de este tipo? ¿Qué novedad podría «sacar de moda» una enseñanza que trae a la luz los mecanismos de la mente? Si nos cansamos de este tipo de verdades y corremos tras nuevas ideas efímeras sin fin, simplemente nos estamos alejando de nuestra meta. La atracción por la novedad tiene un lado bueno, y es el deseo legítimo de descubrir las verdades fundamentales, de explorar las profundidades de la mente y la belleza del mundo. Pero en términos absolutos, la novedad que es siempre «nueva» es la frescura del momento presente, el ahora, de la conciencia clara de que no está aliviando ningún pasado ni imaginando futuro alguno.
El lado negativo del gusto por la novedad es la búsqueda vana y frustrante del cambio a cualquier precio. A menudo, la fascinación por las cosas nuevas y diferentes es un reflejo del empobrecimiento interno. Incapaces de hallar la felicidad en nuestro interior, la buscamos desesperadamente afuera, en los objetos, las experiencias, en maneras cada vez más extrañas de pensar y actuar. En breve, nos alejamos de la felicidad al buscarla donde simplemente no la encontraremos. El riesgo es que podemos perder todo rastro de ella. Al nivel más básico, el deseo de la novedad surge de una atracción por lo superfluo, que erosiona la mente y altera la serenidad. Multiplicamos nuestras necesidades en lugar de aprender a no tener ninguna.
Si Buda y muchos de sus seguidores realmente logran la sabiduría última, ¿qué podemos esperar que sea mejor y más novedoso que eso? La novedad de la oruga es la mariposa. El objetivo de todos es desarrollar el potencial para la perfección que tenemos dentro. Para lograrlo, necesitamos aprovechar la experiencia de quienes ya han recorrido el camino. La experiencia es mucho más preciosa que la invención de cualquier cantidad de ideas nuevas.
A modo de resumen, diría que en lugar de correr tras la novedad, la vida espiritual hace posible descubrir la simplicidad, algo a lo que hemos perdido el gusto. Simplificar nuestras vidas dejando de torturarnos para obtener cosas que en realidad no necesitamos, y simplificar nuestras mentes dejando de volver siempre al pasado y de imaginar el futuro.