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Una meditación sobre el optimismo

Siéntate cómodamente y respira de forma natural, con calma. Por unos momentos, concentra tu atención en el ir y venir de tu respiración. Mantente consciente de la sensación creada por el paso del aire a través de tus fosas nasales. Toma conciencia del breve momento en el que la respiración queda suspendida entre la expiración y la próxima inhalación. Cuando tu respiración se haga más lenta o se acelere, nótalo. Entonces tu mente se volverá un poco más tranquila, clara y estable.

Reconoce que hay muchas maneras de experimentar el mundo. Ver el lado bueno de las cosas es, en esencia, reconocer que todos los seres, incluido tú mismo, tienen el potencial de transformarse internamente y de actuar.

Comprende que las circunstancias externas están en constante cambio y nada está escrito en piedra. Confía en el hecho de que es posible lograr tus aspiraciones y que, con paciencia, determinación e inteligencia, en la mayoría de los casos eventualmente las lograrás.

Repítete a ti mismo que siempre puedes hacerlo mejor, en vez de sentirte resignado, deprimido o devastado. Limita el daño en vez de permitirte andar sin rumbo. Encuentra una alternativa en vez de estancarte en el fracaso. Reconstruye lo que se destruyó en vez de quejarte de que ‟¡todo se acabó!”.

Entiende la necesidad de hacer esfuerzos en la dirección que parece ser la mejor y usa cada momento a avanzar y a cultivar tu libertad interior, en vez de perder tu tiempo lamentándote por el pasado y temiendo por el futuro.

Al final de esta corta meditación, descansa unos momentos en estado de tranquila y silenciosa simplicidad, sin ninguna construcción mental en particular, disfrutando de este pacífico lugar en lo profundo de tu interior. Dedica esta práctica a la felicidad de todos los seres, incluido tú mismo.