«Ya no pertenezco desde hace tiempo a la familia de las personas normales», escribe mi hermana Ève en Une étoile qui danse sur le chaos (Una estrella que baila sobre el caos), una obra luminosa, poética y profundamente inspiradora: «No vivo como ellos. Ya no pertenezco a los parkinsonianos y no vivo como ellos. La medicina no se interesa por esta diferencia». Esta diferencia que ha sabido creer está llena de enseñanzas susceptibles de aclararnos y de ayudarnos, en la alegría como en el sufrimiento.
La felicidad no se nos regala ni se nos impone la desgracia. A cada instante nos encontramos ante un cruce de caminos y nos pertenece elegir la dirección que tomaremos. Es la fuerza del alma y la libertad interior las que hacen completamente la diferencia.
«¿Qué hacer cuando estamos privados de un movimiento?», escribe mi hermana Ève en Une étoile qui danse sur le chaos (Una estrella que baila sobre el caos). ¿Podemos vivir de otra manera? ¿Podemos creer otras cosas? ¿Qué significa esta diferencia? ¿Dónde comienza la diferencia? ¿Qué victorias son posibles? Si luchamos es por conseguir una curación. La victoria no va a ser la del cuerpo sino la íntima y espiritual».
«Aquí, sabes, nunca nos perdemos nada», dijo Ève una vez a uno de los niños discapacitados que siempre ha cuidado, «ya que existe un lugar donde nada se ha perdido». Este lugar es nuestra naturaleza verdadera, la pepita de oro que está en cada uno de nosotros, incluso si hemos olvidado su presencia, como el mendigo que, a la vez pobre y rico, ignora el tesoro escondido en su cabaña. Recuperar lo que nos pertenece, nuestra naturaleza profunda, olvidada, nos permite vivir una vida plena de sentido. Es el medio más seguro de encontrar la serenidad y de desarrollar ampliamente el amor en nuestro corazón.
Ève Ricard, (2015). Une étoile qui danse sur le chaos (Una estrella que baila sobre el caos), Albin Michel.