Hace algún tiempo me reuní con un grupo de jóvenes en Canadá. Algunos me dijeron que habían terminado la universidad y no sabían qué hacer a continuación. Uno me dijo, «Completé un montón de cuestionarios supuestamente destinados a ayudarme a descubrir cuál sería la profesión más adecuada para mí. Posteriormente probé una variedad de trabajos durante seis meses, pero ninguno me pareció realmente interesante. Así que no sé qué hacer.»
No pude evitar ofrecerle este consejo: «¿Por qué no evitas durante un tiempo intentar deducir que deberías hacer y te vas a un lugar tranquilo en un bosque, cerca de un lago o a cualquier lugar donde puedas tomarte una pausa? Siéntate allí, descansa y piensa con todo anhelo: «¿Qué es lo que realmente me gustaría hacer en la vida?»
Concéntrate un momento en esa simple pregunta, sin entrar en muchas cavilaciones, y fíjate qué sale a la superficie desde las profundidades de tu mente y de tu corazón. Probablemente refleje de mejor manera lo que realmente te importa. Si eso se hace claro, el resto consiste simplemente en encontrar la forma de hacerlo. Por lo habitual ésta no es la parte más difícil, porque, según se dice, «quien quiere, puede».»