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Según Sherry Turkle, una destacada psicóloga, escritora, y directora de la Iniciativa sobre Tecnología y Personalidad del MIT, los medios «sociales» son, en realidad, solo un medio que nos permite estar solos al tiempo que nos mantenemos conectados con muchas otras personas.
Un joven de dieciséis años que usa los mensajes de texto para casi todo, dijo tristemente: «Algún día, pero no ahora, me gustaría aprender a tener una conversación». Los jóvenes han pasado de «tener una conversación» a «mantenerse conectados». Cuando tienes 3000 «amigos» en Facebook, no tienes una conversación real con ninguno de ellos. Solo te conectas para hablar sobre ti mismo a un público seguro.
Las conversaciones virtuales son momentáneas, rápidas y, a veces, brutales. Las conversaciones cara a cara tienen una naturaleza completamente diferente: son más lentas, llenas de matices y nos enseñan a ser pacientes. Participar en una conversación significa que tenemos que ver las cosas desde el punto de vista de los otros, un prerrequisito para desarrollar la empatía y el altruismo.
Hoy en día, mucha gente le habla con gusto a máquinas a las que parecen importarles. Se están realizando investigaciones para desarrollar robots sociales diseñados par convertirse en acompañantes de niños y ancianos. Sherry Turkle observó a una mujer anciana confiar en una foca robot y contarle sobre la pérdida de su hijo; el robot parecía mirarla a los ojos y seguir la conversación, algo que la mujer admitió que le daba consuelo.
¿Ha ido tan lejos el individualismo como para llevar a un empobrecimiento de las relaciones humanas y a una aislación tal que podemos encontrar compasión solo en los robots? Parece que la tecnología que ofrece la ilusión de la compañía sin las demandas de las relaciones humanas nos atrae cada vez más. Corremos el riesgo de desarrollar compasión solo por nosotros mismos, y de desarrollar el hábito de afrontar las alegrías y las penas de la vida dentro de una burbuja de egocentrismo.
La gente dice a menudo: «Nadie me escucha». Facebook y Twitter ahora les ofrecen un público automático. Sin embargo, se ha visto que las redes sociales son principalmente un medio para la autopromoción.
Resulta curioso que el desarrollo de estas relaciones pseudohumanas vaya de la mano del miedo a la soledad. La gente actualmente tiene miedo de estar sola consigo misma. Sin otra compañía más que su ser, sienten la necesidad de conectarse. Según Turkle, la gente ha pasado de la etapa «Siento algo; lo comparto enviando un mensaje» a la compulsión de «Necesito sentir algo; necesito mandar un mensaje».
Carecemos de la capacidad de estar solos con nosotros mismos, y entonces recurrimos a otros, no para establecer relaciones altruistas y desarrollar un interés en quienes son, sino para usarlos como piezas de repuesto para sostener nuestras personalidades cada vez más frágiles. Creemos que manteniéndonos «conectados» nos sentiremos menos solos, pero la realidad es lo contrario. Si no somos capaces de estar solos, somos más propensos a sufrir la soledad. Una encuesta reveló que el estadounidense medio sufre de un ataque de soledad, en promedio, una vez cada dos semanas. Según Turkle, «si no les enseñamos a nuestros hijos a estar solos, siempre sufrirán de soledad».
También tenemos que revivir el hábito de establecer conversaciones en el lugar de trabajo y en el hogar. La gente que participa a menudo de conferencias y reuniones sabe que es generalmente durante las conversaciones en los momentos de pausa que se producen las interacciones más fructíferas.
Artículo basado en:
SHERRY TURKLE ‟Alone Together: Why We Expect More From Technology and Less from Each Other.”
SHERRY TURKLE, New York Times, The Flight from Conversation, 24 de abril de 2012.
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