Los momentos difíciles pueden ser una fuente de progreso en nuestra práctica espiritual, ya que nos permiten ver, claramente, la diferencia entre lo que es verdaderamente importante en la vida (la paz interior, el amor altruista y la compasión, por ejemplo) y lo que son simplemente revoluciones inevitables de cualquier vida.
Tener la confianza en un sistema ético o religioso que tiene como base la compasión, el altruismo y la sabiduría puede, ciertamente, ser muy beneficioso.
En el budismo, el Buda no está visto como un creador, un profeta o un santo, sino un ser iluminado. Por lo tanto, la fe es una convicción profunda en el ejemplo impartido a través de su vida, su sabiduría y compasión, y la autenticidad de sus enseñanzas.
Un profundo sentimiento de confianza surge del reconocimiento de que si aplicamos sus enseñanzas, podremos enfrentar todas las circunstancias, buenas o malas, con sabiduría, fortaleza interior y libertad. Una vez que se logró la serenidad y la libertad en nuestro interior, los cambios constantes de las circunstancias externas no desestabilizarán tanto nuestra mente.
Si nos libramos de los antojos, los apegos, la animosidad y de las infinitas preocupaciones con ganancias y pérdidas, alabanzas y críticas, reputación, rango y posesiones, podremos estar menos vulnerables y nos volveremos más valientes.