Imaginemos un barco que se está hundiendo y necesita toda la potencia disponible para operar las bombas y drenar el agua entrante. Los pasajeros de primera clase se niegan a cooperar porque tienen calor y quieren usar el aire acondicionado y otros aparatos eléctricos. Los pasajeros de segunda clase se pasan todo el tiempo intentando que los cambien de categoría a la primera clase. El barco se hunde y los pasajeros se ahogan por haber pensado únicamente en su comodidad en vez de en salvar sus vidas.
Por lo general, un capitán tomaría todas las medidas necesarias para evitar el naufragio y salvar a su tripulación y a los pasajeros. Pero en este barco los pasajeros no quisieron renunciar a ser sus propios jefes.
El enfoque actual acerca del cambio climático y otros desafíos urgentes de nuestra época (desarme, control de la codicia del mercado libre sin regular) es similar al de las tribus que se disputan la propiedad de un barco que se hunde, un bosque en llamas o una bomba de tiempo. En Copenhagen han logrado hacerse con la suya, por ahora.
Los jefes de estado se comportaron como caciques de tribus enormes. Algunos pueden ser más sabios que otros, pero tienen poco poder sobre las otras tribus y a veces ni siquiera sobre su propia tribu.
Solo las instituciones transnacionales pueden abordar los temas globales. En un mundo global como el nuestro, los jefes de estado deberían actuar más bien como gobernadores provinciales y ocuparse de los asuntos locales. Deberían remitirse a una autoridad transnacional cuando el mundo entero está en juego. Nadie parece querer trabajar de este modo. Perfecto. Disfrutad del último chapuzón.