¿La naturaleza humana es intrínsecamente egoísta o altruista?
A pesar de la violencia y de los conflictos que vemos permanentemente en los medios, ciertos estudios muestran que la violencia ha disminuido continuamente durante los últimos siglos. Y en nuestra experiencia cotidiana también se manifiesta la cooperación, la amistad, el afecto y la benevolencia.
La investigación científica de los últimos 30 años ha transformado significativamente el punto de vista distorsionado que consideraba la naturaleza humana como algo motivado completamente por el egoísmo. Una creencia que dominó durante mucho tiempo la psicología occidental, las teorías de la evolución y la economía.
Yo mismo, estoy profundamente convencido de que el amor y la compasión –las dos caras del altruismo- son las virtudes fundamentales de la existencia humana y el corazón de la trayectoria espiritual. El amor benevolente es el deseo de que todos los seres experimenten la felicidad, mientras que la compasión se enfoca en la erradicación de su sufrimiento.
Mis experiencias con maestros espirituales de la tradición del budismo tibetano durante más de 45 años vividos en Asia, me han influenciado profundamente. La convicción budista que afirma que todo ser humano posee un potencial indestructible de bondad y de sabiduría es particularmente motivante. También he aprendido lecciones valiosas al participar en acciones humanitarias, incluyendo 140 proyectos médicos y educativos en la región del Himalaya por medio de Karuna-Shechen, la organización que yo creé.
Nuestra era se ve enfrentada a muchos retos, entre ellos se destaca la necesidad fundamental de reconciliar los requerimientos de tres niveles temporales –corto, mediano y largo plazo-, a los cuales se sobreponen tres tipos de intereses: los nuestros, los de aquellos cercanos a nosotros y los de todos los seres sensibles. A corto plazo, debemos responder a los requerimientos inmediatos de la economía actual; a mediano plazo, a la búsqueda de la felicidad; y a largo plazo, a la salud futura del medio ambiente.
En lo que concierne el medio ambiente, hasta hace poco tiempo su evolución ha sido cuantificada en términos de eras geológicas y climáticas, que duraron millones de años. Hoy en día, el ritmo del cambio continúa acelerándose debido a los trastornos ecológicos provocados por las actividades humanas. Especialmente, debido a la “Gran aceleración” que se ha producido desde 1950 y que ha definido una nueva era llamada Antropoceno (“la era de los humanos”), durante la cual, por la primera vez en la historia, las actividades humanas modifican profundamente (y actualmente degradan) todo el sistema que sostiene la vida en la Tierra.
Este nuevo reto nos ha tomado totalmente por sorpresa. Si nuestra obsesión con la obtención de crecimiento cuantitativo continua y el consumo de los recursos naturales sigue aumentando al nivel exponencial actual, al llegar al 2050 necesitaremos tres planetas. Pero no los tenemos.
¿Qué podemos hacer con respecto a este dilema? Sólo un concepto revolucionario y unificador podrá sacarnos de este laberinto complejo de preocupaciones. Durante décadas, mis reuniones con líderes espirituales, filósofos, psicólogos, neuro-científicos, economistas y ambientalistas me han convencido de que el altruismo es el hilo de Ariadne que nos permitirá establecer una conexión armoniosa entre los retos económicos a corto plazo, la calidad de vida a mediado plazo y el futuro del medio ambiente al largo plazo.
Photo por Matthieu Ricard