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La psicología positiva no consiste en «ser positivo»

Contrariamente a lo que a menudo se ha dicho y escrito, la psicología positiva no consiste en «ser positivo» tratando de ver la pobreza, la enfermedad, la violencia y otros sufrimientos como si fueran algo agradable. Todavía mucho menos el «pensamiento positivo» que promueven obras populares carentes de base científica, como El Secreto de Rhonda Byrne que proclama que es suficiente desear poderosamente algo «positivo» para que eso suceda. Está claro que el Universo no está a disposición de nuestro psiquismo y no constituye un catálogo en el que podamos encargar todo lo que lo que satisface nuestros deseos y caprichos.
La psicología positiva, por su parte, es un dominio de investigación científica que se ha destinado a estudiar y a reforzar las emociones positivas, aquellas que nos permiten convertirnos en mejores seres humanos, mientras se experimenta una mayor alegría de vivir.
Hasta los años 80, muy pocos investigadores habían examinado los medios que permiten desarrollar los rasgos positivos de nuestro temperamento. Si se consulta el repertorio de los libros y artículos consagrados a la psicología después de 1887 (Psychological Abstracts) se han escrito 136 728 títulos que mencionan la cólera, la ansiedad o la depresión, ¡frente a solamente 9510 que tratan de la alegría, la satisfacción o la felicidad!
En 1954, el famoso psicólogo Abraham Maslow ya había hecho notar que la psicología había conocido mucho más éxito estudiando el aspecto negativo del espíritu humano que su parte positiva: «La psicología nos ha revelado mucho sobre los defectos del hombre, sus patologías y sus pecados, pero muy poco sobre sus potencialidades, sus virtudes, la posibilidad de cumplir sus aspiraciones y todo lo que forma parte de su ascenso psicológico. Es como si la psicología se hubiera limitado voluntariamente a una sola mitad de su dominio de competencia: la mitad más sombría y más perniciosa » (1).
En 1969, Norman Bradburn reajustó este desequilibrio mostrando que los afectos placenteros y no placenteros no representan solamente contrarios, sino proceden de mecanismos diferentes y deben estudiarse de forma separada. Contentarse con eliminar la tristeza y la ansiedad no asegura automáticamente la alegría y la felicidad. La supresión de un dolor no conduce necesariamente al placer. Es necesario no solamente remediar las emociones negativas, sino también hacer crecer las emociones positivas. Esta posición está próxima a la del budismo que afirma, por ejemplo, que abstenerse de hacer mal a los demás (la eliminación de la maldad) no es suficiente, y que esta abstención debe reforzarse con una determinación por hacer el bien (el floreciente altruismo y su puesta en práctica).
Si Maslow y otros autores ya habían usado la expresión «psicología positiva», el primer artículo teórico que otorgó el título de nobleza a este dominio de la investigación se titulaba: «¿Qué tienen de bueno las emociones positivas?» publicado por Barbara Fredrickson en 1998 en Review of General Psychology.
El mismo año, un grupo de psicólogos se reunió bajo los auspicios de Martin Seligman, entonces presidente de la Asociación Americana de Psicología, y Mihaly Csíkszentmihályi, bien conocido por su teoría del «flujo» (la experiencia gratificante de estar totalmente inmerso en lo que hacemos, estado en el que los pensamientos y las acciones surgen naturalmente con fluidez) para fundar la Red de Psicología Positiva. Este grupo se fijó el objetivo de coordinar la investigación que trataba de entender y promover los factores que permiten que los individuos, las comunidades y la sociedad se desarrollen.
Según una de las pioneras de la psicología positiva, Barbara Fredrickson, cuya última obra, Love 2.0 (Amor 2.0), acaba de ser traducida al francés: «Las emociones positivas abren el espíritu y amplían la gama de pensamientos y acciones [ ] Crean comportamientos flexibles, hospitalarios, creativos y receptivos» (2). El desarrollo de este tipo de emociones presenta una ventaja evolutiva en la medida en la que nos ayuda a ampliar nuestro universo intelectual y afectivo, a abrirnos a nuevas ideas y experiencias.
Las emociones positivas tales como la alegría, la sensación de estar contento, la gratitud, la admiración, el entusiasmo, la inspiración y el amor son más que una ausencia de emociones negativas. Esta dimensión suplementaria no se reduce a una simple neutralidad del espíritu: es fuente de profundas satisfacciones. Al contrario que en el caso de la depresión, que provoca generalmente una caída en torbellino, las emociones positivas generan una espiral ascendente: «Construyen la fuerza del alma e influencian la forma de gestionar la adversidad», escribe Fredrickson.
En Francia, un número creciente de investigadores y de médicos se interesan en la psicología positiva, como testimonian especialmente las obras de Jacques Lecomte, Christophe André y Rebecca Shankland (3).
1. Maslow, Abraham (1954) Motivation and Psychology (Motivación y psicología). El último capítulo del libro se titula «Toward a Positive Psychology» («Hacia una psicología positiva»), p. 354.
2. Fredrickson, B. (2014). Love 2.0: ces micro-momentos d’amour qui vont transformer votre vie (Amor 2.0: esos pequeños momentos de amor que transformarán su vida).
Marabout.
y Fredrickson, B. (2002). «Positive emotions» («Emociones positivas»), en Handbook of Positive Psychology. Oxford University Press
3. Lecomte, J. (2009). Introduction à la psychologie positive (Introducción a la psicología positiva) . Dunod.
André, C. (2014). Et n’oublie pas d’être heureux (Y no olvides ser feliz). Odile Jacob.
Shankland, R. (2014). La psychologie positive (La psicología positiva)- 2ª ed. Dunod.