En 1996, Elissa Montanti visitó Bosnia. En esa época, vivía en Staten Island y padecía un trastorno de ansiedad debilitante. «Me mostraron una carta de un niño que había perdido ambos brazos y una pierna al explotar una mina», recuerda. «La carta que el niño había escrito decía: ‘Que alguien me ayude, por favor consíganme brazos nuevos y una pierna'». Conmovida e inspirada, Elissa reunió aerolíneas y hospitales, y en 24 horas consiguió suficiente asistencia como para traer al niño hasta Nueva York. «Estaba soltera en ese momento, y tenía dos perros, así que él se quedó conmigo durante cuatro meses, y mientras estaba devolviéndole sus extremidades, mi ansiedad comenzó a desaparecer. Había estado pidiéndole a Dios que me ayudara con mi ansiedad, y poco sospechaba que la ayuda llegaría en la forma de una carta del otro lado del mundo».
En la actualidad, la fundación sin fines de lucro que Elissa creó, Global Medical Relief Fund, ofrece cuidados médicos y prótesis a niños refugiados provenientes de países devastados por la guerra, como Bosnia, El Salvador, Liberia, Níger, Iraq y Somalía. «El coraje de estos niños es absolutamente impresionante», dice Montanti, que parece ignorar inocentemente su propio coraje al visitar lugares destrozados por la guerra y rescatar a estos niños. «Un niño pequeño que acabo de traer aquí perdió la vista y un brazo. Comencé a buscar ayuda y veinte especialistas diferentes lo vieron. Su vista ya estaba demasiado dañada para un trasplante de córnea, pero consiguió un brazo nuevo y, cuando los periódicos le preguntaron cómo se sentía, él respondió con una gran sonrisa: ‘Ahora puedo buscar mi camino’. Eso es coraje». El primer niño al que ayudó, Kenen, ahora vive con Elissa y su esposo y es, dice ella, «un ejemplo para todos los niños que traigo aquí. Lo miran y dicen: ‘Si él puede hacerlo, yo también puedo’, porque es un triple amputado». Muchos de los niños regresan cada año mientras crecen para que les ajusten las prótesis.
‟La gente me pregunta si cualquiera puede hacer esto. Sí, cualquiera que tenga amor en su corazón puede hacerlo. Es todo lo que se necesita».
De Stephen G. Post, (2011). The Hidden Gifts of Helping