El gran maestro tibetano Dilgo Khyentse Rinpoche (1910-1991) enseñó a menudo cómo usar la crítica para mejorarse a uno mismo en vez de sentir herida la propia autoestima.
“Si te critican, acéptalo como una oportunidad para aceptar tus defectos ocultos y aumentar tu humildad. La crítica es como un maestro que destruye el apego y el orgullo. Si se integra al camino, las palabras ásperas y la culpa inspirarán tu práctica y fortalecerán tu disciplina. Sin embargo, ¿como se podría desear recompensar por su gentileza a quien te ha criticado?
La felicidad y el sufrimiento provenientes del elogio y de la crítica son efímeros. Si te halagan, en vez de sentir orgullo simplemente contempla el elogio como si fuera algo que estuvieras oyendo en un sueño o en una fantasía. Dite a ti mismo que el objeto del elogio no eres tú sino las buenas cualidades que hayas desarrollado a través de la práctica espiritual. En realidad, solo los seres sublimes que han alcanzado la liberación son realmente merecedores de elogios.
Si nos señalan nuestros defectos, incluso aunque lo hagan nuestros propios padres o maestros, nos fastidiamos. No obstante, nos sentimos encantados cuando nos alaban, incluso aunque nos atribuyan cualidades que no poseemos. Según se dice, «aquellos que siempre están de acuerdo con nosotros y nos halagan nos hacen sentir bien acerca de nosotros mismos pero no nos ayudan a desarrollar nuestras cualidades espirituales.» Sin embargo, aquellos que nos señalan nuestros defectos y nos muestran cómo lidiar con ellos realmente nos ayudan. El oro se refina a través de repetidos golpes y de derretirse. Del mismo modo, si reconocemos continuamente nuestros propios defectos y seguimos las instrucciones de un maestro verdadero seremos capaces de transformar nuestra debilidad y nuestras cualidades negativas en herramientas para el camino de la liberación.
Cuando se identifica y aprehende a un revoltoso, la paz regresa al pueblo. De manera similar, cuando nuestros defectos son revelados por un maestro realmente compasivo y esto nos permite reconocerlos y erradicarlos, la paz regresa a nuestro ser. El verdadero maestro espiritual habla con franqueza, acertando en el centro de nuestros defectos para conducirnos por el camino correcto.