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Hacia una armonía durable

El último informe del GIEC –Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático- nos advierte sin rodeos sobre un recalentamiento climático de 4.8 °C de aquí a 2100, si las emisiones de gases a efecto invernadero siguen aumentando al ritmo de la década pasada. En ese caso, el mundo será muy diferente de lo que es hoy en día. Recordemos que los trastornos generados por la alternancia de recalentamientos y de glaciaciones que presidieron al periodo particularmente estable del holoceno (el cual continua desde hace 12 000 años) también implicaron cambios de temperatura de aproximadamente 4°C. En esta ocasión, la variación rápida de temperatura es el resultado de las actividades humanas: hemos entrado en el antropoceno, “la era del hombre”. ¿Permaneceremos allí solamente durante el tiempo necesario para arruinar nuestro propio hábitat? 

Durante los 3.5 miles de millones de años de evolución de la vida sobre la Tierra, el planeta ha sido testigo de cinco grandes extinciones. La última, se debe muy probablemente a la caída de un asteroide en el Golfo de México, lo cual sucedió hace sesenta y cinco millones de años. Esta generó la famosa desaparición de los dinosaurios y también del 62% de las especies de la Tierra. Pero al ritmo actual, el 30% de todas las especies ya habrá desaparecido de aquí al año 2050. Y muchas más de aquí a finales del siglo. Nosotros seremos de esta forma responsables de la sexta extinción.

Nada de esto tiene que ver con el fatalismo. Es posible orientar el curso de las cosas de manera distinta, basta con un poco de voluntad popular y política. Incluso en el mundo de la economía, el respeto de los valores humanos encarnados por el altruismo no es un sueño idealista sino una expresión pragmática de la mejor forma de lograr una economía equitativa y una armonía durable, concepto que yo mismo propuse en el libro “En defensa del altruismo” (Plaidoyer pour l’altruisme). El concepto de “desarrollo sostenible” es demasiado ambiguo, porque para muchos evoca un crecimiento cuantitativo, el cual no puede ser durable, simplemente porque requiere la utilización cada vez más mayor de un ecosistema limitado. No disponemos de 3, ni de 5 planetas. Según el ambientalista Johan Rockström, no se podría describir mejor la herejía de la economía que crece a despensas de las materias primas que le permiten existir: “la población mundial aumenta, el consumo aumenta, pero la Tierra no aumenta”. Además señala, que los únicos recursos naturales que son prácticamente ilimitados son el viento y la energía solar. Por lo tanto, es hacia esas energías que debemos dirigir nuestra atención con determinación.