Culpar a alguien es una simplificación no justificada de una situación humana compleja. Podemos desaprobar las acciones o el comportamiento de alguien, pero no es que esa persona sea ‟inútil” o ‟mala”. Nadie es intrínsecamente ‟esto” o ‟aquello” en su propio ser. La naturaleza fundamental de la conciencia o concientización pura no es ‟buena” o ‟mala”: simplemente es conciente. El contenido de la mente es el que la colorea, y su contenido depende de muchos factores.
La manera en que las personas piensan o se comportan es el resultado de una red de causas y condiciones que están cambiando en forma natural. Esto puede cambiarse aún mas a través de intervenciones específicas. Las personas están más o menos confundidas, o más o menos ‟enfermas” en su mente. Tenemos que acercarnos a las personas con el convencimiento de que son seres humanos que han atravesado incontables experiencias bajo la influencia de incontables circunstancias, que han condicionado su manera de pensar.
A menudo el culpar a alguien se origina en la ignorancia y en la falta de compasión. Los médicos no culpan a sus pacientes, aún si se comportan de maneras que dañan su salud. En lugar de eso, intenta encontrar formas de curarlos, o con su destreza los ayuda a cambiar sus hábitos. Cuando alguien daña a otros, se debe evitar que lo haga de forma apropiada y medida, y también hay que ayudarlo a cambiar su comportamiento dañino.
Culpar masivamente a una persona o un grupo puede conducir a desdeñar, tener prejuicios y eventualmente odiar.
Así, más que fijar en piedra nuestros juicios sobre otras personas, debemos verlas (y a nosotros mismos también) como corrientes dinámicas y fluidas que siempre tienen el potencial de cambio y bondad.
El mundo acaba de celebrar el vigésimo aniversario de la liberación de la cárcel de Nelson Mandela. Cuando se le preguntaba cómo podía hacer amigos entre sus carceleros durante los 27 años de detención, respondió: ”Resaltando sus buenas cualidades.” Y cuando se le preguntó si pensaba que todos tenían algo de bondad en su interior, respondía: ”No hay dudas, siempre que puedas alcanzar su bondad inherente.”