Cuando pensamos en la gran cantidad de seres que han estado vagado sin ayuda durante tanto tiempo por el samsara, como ciegos que han perdido su camino, no podemos sino sentir una tremenda compasión por ellos.
Sin embargo, la compasión, por sí misma, no es suficiente; necesitan ayuda real. Pero mientras nuestras mentes estén limitadas por vínculos, darles comida, ropa, dinero o simplemente afecto, solo les proporcionará una felicidad temporal y limitada, en el mejor de los casos. Lo que debemos hacer es encontrar un modo de liberarlos completamente del sufrimiento. Esto se puede hacer solamente poniendo en práctica las enseñanzas que llevan a la iluminación.
La verdadera compasión está dirigida imparcialmente hacia todos los seres sensibles, sin hacer distinciones entre amigos y enemigos. Con esta compasión siempre en mente, debemos llevar a cabo cada acto positivo, sea ofrecer una simple flor o recitar un solo mantra, con el deseo de que beneficie a todos los seres vivientes sin excepción…
Los grandes maestros del pasado consideraban la inseparabilidad del vacío y la compasión como la más preciosa de las enseñanzas. Una y otra vez, cultivaban el amor, la compasión, la alegría y la ecuanimidad; los cuatro pensamientos ilimitados a partir de los cuales surge sin esfuerzo la habilidad para ayudar a los demás. Estos maestros, que eran famosos por practicar las enseñanzas con inflexible fidelidad, se formaron primero a través del minucioso estudio del Dharma, y después a través de la experiencia directa en la meditación. Esta es la manera correcta de progresar en el camino que lleva al éxtasis de la máxima Budeidad…
Se dice que «desear la felicidad a los demás, incluso a aquellas personas que quieren hacernos daño, es la fuente de la felicidad consumada». Cuando llegamos a este nivel, la compasión para todos los seres surge por sí misma de un modo completamente natural…
Todos los seres sensibles son iguales en el deseo de ser felices y evitar el sufrimiento. La gran diferencia entre uno mismo y los demás está en los números – yo soy solo uno, y los demás son innumerables. Así, mi felicidad y mi sufrimiento son completamente insignificantes en comparación con la felicidad y sufrimiento infinitos de los demás. Lo que realmente importa es si los demás seres son felices o sufren. Esta es la base de bodhichitta. Debemos desear la felicidad para los demás antes que para nosotros, y debemos especialmente desear la felicidad para los que percibimos como enemigos o los que nos tratan mal. Si no, ¿de qué sirve la compasión?