Dar toda su importancia al valor del otro
Respetar al otro, otorgarle valor y preocuparse por su situación, estos son los componentes esenciales del altruismo. Cuando esta actitud prevalece en nosotros, se manifiesta bajo la forma de la benevolencia hacia los que entran en la mira de nuestra atención y se traduce por la disponibilidad y la voluntad de cuidarse a sí mismo. O cuando menos evitaremos hacernos daño. Al contrario, si otorgamos poco valor al otro, nos será indiferente: no tendremos en cuenta sus necesidades, quizá ni nos demos cuenta de ellas.
Respetar la diferencia
Respetar al otro es también ser consciente de las aspiraciones que le son propias y que a menudo son distintas de las nuestras. Según el filósofo Alexandre Jollien: «La primera cualidad del amor altruista, es permanecer atento a las necesidades del otro»(i). Demasiado a menudo, nos formamos una idea del bien y la volcamos sobre los demás. Respetar al otro es ejercer nuestra benevolencia de forma apropiada según las circunstancias para responder a las necesidades particulares de los demás.
Respetar al otro alegrándose de su felicidad y de sus logros
La satisfacción consiste en sentir en el fondo del corazón una alegría sincera frente a los logros y las cualidades del otro, hacia los que obran por el bien de los demás y cuyos proyectos bienintencionados se coronan de éxito, los que han realizado sus aspiraciones gracias al esfuerzo perseverante, y los que todavía poseen múltiples talentos. Esta facultad de respetar y de felicitarse por las cualidades del otro sirve igualmente como antídoto a la comparación social, a la envidia y a los celos. Constituye igualmente un remedio de una visión sombría y desesperada del mundo y de la humanidad.
La falta de respeto hacia los demás puede conducir a las peores atrocidades
Cuando existe una falta de respeto hacia el otro, se empieza a denigrar, y después poco a poco, por efecto del odio, el miedo y del disgusto (en la medida que se erigen como las fuerzas contrarias en lo referido al respeto de los demás) a deshumanizarlo, incluso a hacerlo diabólico. Cuando el valor de un grupo de individuos se degrada en el espíritu de los miembros de otro grupo, cada individuo del grupo denigrado se vuelve un número insignificante. En adelante será percibido como una unidad abstracta considerada como dañina o explotable a voluntad. Un slogan de los jemeres anunciaba a los que eliminaban en masa: «Conservaros no es un beneficio, destruiros no es una pérdida». Además de la persecución, este proceso de denigración puede igualmente conducir a la instrumentalización de los individuos: los humanos se vuelven esclavos y los animales productos alimenticios.
Los autores de las masacres masivas usan las mismas metáforas en cualquier lugar del mundo. Los objetos de su odio se vuelven ratas, cucarachas, monos o perros. Impuros y repugnantes, ya que por sus venas corre sangre sucia, las víctimas contaminan al resto de la población y deben ser eliminadas lo más rápido posible.
Hay que respetar al otro teniendo la valentía de abrirse a él con benevolencia, evitando instrumentalizarlo al servicio de nuestros intereses personales. Respetar al otro es también, no lo olvidemos, respetar y tomar seriamente en cuenta el destino de las generaciones futuras, lo que exige no malograr hoy el planeta que será suyo mañana.
i: En el transcurso de una conversación personal