Queridos amigos,
quería enviarles mis buenos pensamientos y humildes oraciones en estas difíciles circunstancias. Sé que muchos de ustedes están confundidos y sienten miedo ante la epidemia que afecta a tantas personas en todo el mundo.
Debemos tomar todas las precauciones necesarias para nosotros, para nuestros seres queridos y para toda la comunidad que nos rodea.
En los países ricos, hemos llegado gradualmente a creer que la humanidad ha dominado la naturaleza y puede dominarla a voluntad.
Buscamos constantemente la comodidad material y ponemos todas nuestras expectativas y miedos en las condiciones externas, persiguiendo intereses superficiales a través de la adquisición de cada vez más posesiones, artilugios de todo tipo y sensaciones placenteras.
La situación actual es un recordatorio de la fragilidad de la vida y la naturaleza ilusoria del control que creemos tener sobre el mundo que nos rodea.
Pero estas circunstancias desfavorables también pueden permitirnos revisar nuestras prioridades en la vida, tomar conciencia más claramente de lo que realmente cuenta en nuestra existencia, y poner la amistad, la benevolencia, los lazos sociales, la calidad de las relaciones con los demás, la ayuda mutua y la cooperación, y todo lo que contribuya a una vida que valga la pena vivir, de nuevo en el centro de nuestras preocupaciones.
Aunque el aislamiento físico es hoy en día un acto altruista hacia la sociedad, para evitar la propagación involuntaria de la epidemia, debemos sin embargo redoblar nuestra preocupación por nuestros hermanos y hermanas humanos, y asegurarnos de que nos ocupamos de las personas en dificultad, especialmente de los ancianos que viven solos. Demos a cada momento que pasa todo su valor y entendamos lo preciosas que son nuestras vidas y las de los demás.
Aprovechemos, pues, la prueba que estamos pasando todos juntos para cultivar la benevolencia hacia todos y la compasión hacia los que sufren, abriéndonos a la solicitud de los demás y dándoles la nuestra.
Sea cual sea el tiempo que nos quede por vivir, esperemos que el mayor tiempo posible, vivamos cada momento al máximo con bondad, libertad y paz interior. Contemplemos también la naturaleza profunda e inmutable de nuestro propio espíritu, que siempre está presente detrás del torbellino de nuestras esperanzas y ansiedades.
Por lo tanto, estoy de todo corazón con vosotros y os envío mis humildes oraciones, especialmente a los que están directamente afectados por esta epidemia.
Cuídense y cuiden a los demás.