Dilgo Khyentsé Rinpotché fue uno de los últimos maestros de esta generación de grandes lamas que completan su educación y su entrenamiento en el Tíbet. Fue uno de los principales maestros de la tradición Nyingma, que pasaría casi treinta años de su vida meditando en retiro, para hacer fructificar las numerosas enseñanzas que había recibido.
Escribió numeroso poemas, textos de meditación y comentarios; un tertón, un descubridor de textos-tesoro (termas) que encerraban las profundas instrucciones escondidas por Padmasambhava. No solo fue uno de los maestros principales de las instrucciones directas de la Gran Perfección, sino un representante ejemplar del movimiento «rimé» (no sectario), reputado por su aptitud a la hora de transmitir las enseñanzas de cada linaje budista según su tradición.
Erudito, sabio y poeta, instructor de maestros, Rinpotché no deja nunca de inspirar a los que le han encontrado, por su presencia monumental, su simplicidad, su dignidad y su humor. Nació en 1910 en el valle de Denkhok. A su nacimiento, fue bendecido por el ilustre Mipham Rinpotché.
Siendo todavía un niño, Rinpotché manifestaría el profundo deseo de dedicarse por completo a la vida espiritual. Pero su padre tenía para él otros proyectos. Sus dos ya mayores, se había distanciado de la familia por la vía monástica; uno había sido reconocido como la reencarnación de un lama y el otro, quería ser médico. El padre de Rinpotché habría querido bien que su hijo más joven siguiera sus pasos; no podía hacerse a la idea de que él también, fuese un lama reencarnado, como ya le habían sugerido numerosos maestros eruditos. A la edad de seis años, el pequeño niño sufrió heridas de gravedad; tuvo que guardar cama durante casi un año. Las providentes predijeron que no viviría mucho tiempo no le dejaban seguir la vía espiritual. Insistieron tanto y tan bien que, siguiendo sus consejos, el padre aceptaría que su hijo actuase conforme a sus deseos y aspiraciones.
A los once años, conocerá a su maestro principal, Shéchen Gyaltsap, quien le reconocería expresamente como la reencarnación del espíritu de sabiduría del primer Djamyang Khyentsé Wangpo (1820-1892). Khyen-tsé significa «sabiduría» y «amor». Shétchen Gyaltsap, que vivía en una ermita sobre el monasterio, le transmitiría todas las iniciaciones fundamentales y las instrucciones particulares de la tradición Nyingma. Rinpotché estudiaría además ante muchos otros maestros, entre ellos, Khenpo Shenga, discípulo de Patrul Rinpotché, y Khenpo Thupga, dos de los más grandes eruditos de la época. Recibiría enseñanzas de más de cincuenta instructores y maestros espirituales.
Pero pasaría la mayor parte de su tiempo, entre la edad de 13 y 30 años, en retiros solitarios en grutas y ermitas sobre su aldea natal de Sakar, en Denkhok.
Dilgo Khyentsé Rinpotché pasaría después muchos meses ante Dzongsar Khyentsé Chökyi Lodrö (1896-1959), quien era a su vez una reencarnación del primer Khyentsé. Después de haber recibido de éste las múltiples iniciaciones, Rinpotché le declararía su deseo de pasar el resto de sus días en retiro solitario. Pero su maestro le respondería: «Ha llegado tu hora de enseñar y transmitir a los demás todas las valiosas enseñanzas que tu has recibido. » Desde ese momento, Rinpotché obraría constantemente por el bien de los demás con la energía incansable, sello de los Khyentsé.
Una vez abandonado el Tíbet, Khyentsé Rinpotché viajará por todas partes del Himalaya, la India, Asia suroriental y Occidente, para transmitir y explicar el Dharma a sus numerosos discípulos.
Vivió muchos años en Bután, donde tuvo numerosos discípulos, desde la familia real hasta los campesinos más humildes. Haya donde estuviera, se levantaba justo antes del alba para rezar y meditar varias horas, antes de iniciar una serie ininterrumpida de actividades, hasta bien entrada la noche. Completaba cada día con una cantidad increíble de trabajo y una serenidad total, y, aparentemente, sin el mínimo esfuerzo.
Fue un fundador infatigable y restaurador de stoupas (monumento funerario budista), monasterios y templos, tanto en Bután como en el Tíbet, en la India y en Nepal.
Durante los últimos años de su vida, Rinpotché llega tres veces al Tíbet, donde podría emprender la reconstrucción del antiguo monasterio de Shéchen, destruido durante la Revolución cultural, y contribuir de múltiples formas a la restauración de más de doscientos templos y monasterios tibetanos, especialmente, el de Samyé.
En Nepal, trasplantaría la rica tradición de Shéchen en su nuevo hogar: un monasterio frente al gran stoupa de Bodhnath. Aquí establecería su sede y donde viviría una gran comunidad de monjes guiados ahora por Shéchen Rabjam Rinpotché, su nieto y heredero espiritual.
Tras la destrucción sistemática de libros y bibliotecas en el Tíbet, muchas obras cuentan solo con uno o dos ejemplares. Rinpotché se emplearía durante largos años a la publicación del mayor número posible de la extraordinaria herencia de enseñanzas budistas del Tíbet, tres cientos volúmenes en total. Durante su vida, además de un sin fin de otras enseñanzas, transmitiría los ciento ocho volúmenes del Kangyour en dos veces y en cinco veces los sesenta y tres volúmenes del Rinchen Terdzö.
No llegaría por primera vez a Occidente hasta el año 1975, tras lo cual, volvería regularmente a Europa, así como tres veces a Norteamérica. Enseñaría en numerosos países y sobre todo en Francia, en Dordogne, donde tenía su sede, Tashi Pelbar Ling. En este lugar, personas venidas del mundo entero podían recibir de él las enseñanzas profundas y, bajo su dirección, diversos grupos de practicantes emprenderían la tradición del retiro de tres años.
A través de sus extensas actividades desveladas, Khyentsé Rinpotché consagraría toda su vida a la conservación y a la difusión de la enseñanza del Buda. Lo que más le satisfacía era ver a la gente poner en práctica las enseñanzas de manera efectiva y sus vidas transformadas por la plenitud del pensamiento del Despertar y de la compasión.
En 1991, Khyentsé Rinpotché manifiesta signos de enfermedad y el 27 de septiembre de 1991, en Bután, al caer la noche, pide a sus ayudantes que le ayuden a sentarse bien derecho. Con la llegada de las primeras horas de la mañana, su respiración cesa y su espíritu se desvanece en el espacio absoluto.