A medida que el mundo se vuelve cada vez más ocupado y complejo, la importancia de desarrollar y entrenar nuestra mente para ser mejores personas se vuelve aún más esencial. Correr y esforzarse simplemente por lograr «hacer» no sirve para un bien mayor, ni ayuda a crear un mundo mejor, a menos que esté presente una atención humana. De hecho, lo que muchas personas llaman logros (estatus, riqueza y posesiones) son en realidad el resultado directo de la falta de sabiduría. Vienen de luchar por ganancias egoístas a expensas de otros o expensas del planeta.
Estoy profundamente convencido de que el amor y la compasión, las dos caras del altruismo, son las virtudes cardinales de la existencia humana y el corazón del camino espiritual. La bondad amorosa es el deseo de que todos los seres experimenten felicidad, mientras que la compasión se enfoca en erradicar su sufrimiento.
La psicología y las teorías occidentales de la evolución y la economía que han dominado la sociedad desde hace mucho tiempo afirman que la naturaleza humana está motivada totalmente por el egoísmo. Pero la ciencia nos está mostrando ahora que existe un altruismo genuino. No es algo reservado para los soñadores y optimistas, sino un potencial muy real que existe dentro de cada uno de nosotros. Además, optimizar nuestras capacidades para cuidar a los demás es algo que cualquiera puede hacer a través de la autoeducación. Así como dedicamos tiempo y energía a aprender otras habilidades como leer y escribir o tocar un instrumento, podemos cultivar el desarrollo de nuestras cualidades de benevolencia y equilibrio emocional como habilidades, con perseverancia y paciencia.
El entrenamiento en presencia atenta, o mindfulness, nos permite actualizar nuestro potencial innato y sacar lo mejor de nosotros mismos. Al entrenar la mente a través de la meditación, podemos aumentar nuestra sabiduría y cualidades fundamentales, como la paz interior, la libertad interior, la claridad, la compasión y la atención plena. Cuanto más desarrollamos estas cualidades internas, más espacio interior tenemos para lidiar con los altibajos de la vida y para estar abiertos a los demás.
Entonces, ¿cómo lo hacemos? Cultivar la cualidad humana básica del altruismo genuino y aumentar nuestra compasión se puede hacer con la ayuda de un camino espiritual, pero también se puede hacer de una manera secular, ya que todos tenemos una mente y la usamos desde la mañana hasta la tarde. El Mindfulness o atención plena se puede lograr a través de técnicas que se encuentran en forma de entrenamiento mental conocida como meditación y, de hecho, se pueden asociar a la práctica del yoga.
Comenzamos calmando nuestra turbulenta mente de «mono» que, por el momento, está simultáneamente confundida, agitada, rebelde y sujeta a innumerables patrones condicionados y automáticos. El objetivo de la meditación no es cerrar la mente o anestesiarla, sino hacerla libre, lúcida y equilibrada. Nos ocupamos de los pensamientos al no alimentarlos, al dejarlos surgir y disolverse por sí mismos en el campo de la atención plena. De esta manera, no se apoderan de nuestras mentes.
Más allá de eso, la meditación consiste en cultivar una forma de ser que no está sujeta a los patrones del pensamiento habitual. Establecer una práctica diaria, incluso solo de 15 a 30 minutos al día, nos ayuda a centrarnos y a tener una conciencia más profunda que nos permitirá cambiar nuestra forma habitual de ser.