Philip Morris quiere obligar a Uruguay y al Reino Unido a abolir las medidas destinadas a la protección de la salud pública.
Si Philip Morris gana el pleito contra Uruguay obligando a este pequeño país -cuyo PIB es inferior al volumen de negocios de la multinacional (72 miles de millones en 2013)- a abandonar sus leyes destinadas a la protección de la salud pública, las medidas anti-tabaco también se verían amenazadas en otros países, concediendo a Philip Morris un permiso para seguir causando la muerte de millones de personas cada año. El Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), que es una sección del Banco Mundial, debe presentar su decisión próximamente.
Cien millones de muertes ocurridas durante el siglo XX pueden ser atribuidas al tabaquismo, lo cual es superior a las pérdidas de las dos guerras mundiales juntas. Según la Organización Mundial de la Salud, el tabaco mata aproximadamente 6 millones de personas cada año –mucho más que el paludismo (3 millones), el SIDA (2,5 millones) y la tuberculosis (1,7 millones) juntos- (1). De las cuales 600.000 muertes corresponden a los no fumadores expuestos involuntariamente al humo. Si la tendencia actual continua, el número de víctimas será de mil millones al final del siglo XXI. En total, el tabaco es responsable de una de cada diez muertes en el mundo, de las cuales, 70 – 80% corresponden a habitantes de países con ingresos bajos o medios.
Como si no le bastara con perpetuar este proyecto siniestro, la industria del tabaco, representada actualmente por Philip Morris, está demandando jurídicamente a Uruguay, Australia, Noruega y recientemente al Reino Unido, con el fin de impedir que protejan a sus ciudadanos contra la enfermedad y la muerte prematura.
Dichos países han adoptado las mejores legislaciones anti-tabaco del mundo y son perseguidos por Philip Morris por haber decidido aumentar el tamaño de las advertencias sanitarias en los paquetes de cigarrillos y por querer prohibir la utilización de sub-marcas como Malboro “Light”, “verde” u “oro”, las cuales pretenden dar la impresión que ciertos cigarrillos son libres de peligro para la salud.
Con el apoyo de la OMS (Organización Mundial de la Salud), Uruguay presentó un informe de 500 páginas, en el cual argumenta que un país debe tener el derecho inalienable de proteger la salud de sus ciudadanos.
Philip Morris pretende que las advertencias sanitarias no tienen ningún efecto sobre el consumo. En realidad, la disminución del consumo asociada a dichas medidas ha sido espectacular. Según un estudio realizado por la Universidad de Uruguay y por el M.I.T (Massachussetts Institute of Technology) (2), cuando el gobierno inició su campaña anti-tabaco en el 2005, el 40% de los adultos fumaban. Hoy en día, ese porcentaje es de 23%. Dentro de la franja de edad de 12 a 17 años, el tabaquismo pasó de 30 a 13%. La disminución fue particularmente dramática en las mujeres embarazadas (3).
En el medio oriente, Turquía es el único país donde el consumo ha disminuido. Este país prohibió todo tipo de publicidad, el patrocinio de eventos por parte de la industria del tabaco, así como la difusión de imágenes de productos y de consumo de tabaco en la televisión.
Una triste historia de engaño y falta de compasión
En 1930 los investigadores alemanes demostraron que el tabaco favorece la aparición de cáncer de pulmón, pero sus investigaciones fueron ignoradas. En 1953, Ernest Wynder y sus colegas del Instituto Sloan-Kettering de Nueva York, descubrieron que el alquitrán de tabaco aplicado sobre la piel de ratones producía cáncer mortal. Esta noticia tuvo el efecto de una bomba en los medios de comunicación. Bajo el efecto del pánico, la industria del tabaco lanzó una campaña mediática para convencer a la población de que no había ninguna prueba científica que demostrara que el tabaco podía causar cáncer o cualquier tipo de enfermedad. Sólo se supo posteriormente que en realidad los científicos al servicio de la industria habían llegado a la misma conclusión que los demás. (4)
En 1980, Philip Morris subvencionó un proyecto llamado Whitecoat (« abrigo blanco »), para el cual reclutó a científicos europeos con el fin de “invertir la percepción científica y popular errónea según la cual el HTA (humo de tabaco ambiental) es perjudicial para la salud”.
Actualmente la industria del tabaco sigue sin renunciar a sus objetivos. Esta se dirige hacia los países en vía de desarrollo y especialmente hacia los adolescentes, de esta manera prospera en África, en medio oriente y en Asia (350 millones de fumadores en China, 1 millón de muertos por año debido al tabaco). Por ejemplo, en Indonesia las empresas de tabaco proponen una remuneración a los jóvenes que aceptan convertir su vehículo en un soporte publicitario para la marca. En China, Malboro llega incluso a subvencionar los uniformes escolares (promoviendo su logo, obviamente). Según un documento interno de Philip Morris, “El adolescente de hoy es el buen cliente potencial de mañana. […] La enorme mayoría de fumadores comienza a fumar en la adolescencia.” (5).
¿Cómo proteger la salud pública?
Es bien sabido que la prohibición de la publicidad produce la disminución del consumo. Lo primero que se debería hacer es prohibir todo tipo de publicidad. Los estudios también muestran que la mayoría de los fumadores que son conscientes de los peligros del tabaco, desean dejar de fumar. Sin embargo, en muchos países, es poca la gente que conoce los riesgos específicos relacionados con el consumo de tabaco (sólo el 37% en China, en donde la gente fuma libremente en los trenes y buses abarrotados). Los gobiernos deben por lo tanto informar correctamente a la población.
En el contexto de la mundialización, la OMS duda de la eficacidad de una interdicción total del tabaco. Sin embargo, Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, Uruguay y el Reino Unido ya han optado por dicha alternativa aplicando dos iniciativas: suprimir toda imagen positiva del tabaco uniformizando así todos los paquetes de cigarrillos y prohibir el consumo de tabaco en la calle para poner fin al fenómeno de imitación.
Por su parte, un grupo de médicos expertos está incitando a los gobiernos a cobrar la factura de salud pública a las compañías tabaqueras, ya que éstas últimas son las promotoras de todas esas muertes y enfermedades (6).
En el momento en que varias instancias jurídicas están a punto de dar su veredicto sobre las demandas realizadas por Philip Morris, recordemos que debemos salvar vidas y no conceder un permiso para matar.
(1) http://www.who.int/gho/tobacco/fre/ y OMS: Las 10 causas principales de muerte (2) http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(12)60826-5/abstract
(3) http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2388461
(4) Sobre las campañas de mentira y desinformación de la industria del tabaco, ver Oreskes, N., & Conway, E. M. M. (2011). Merchants of Doubt: How a Handful of Scientists Obscured the Truth on Issues from Tobacco Smoke to Global Warming. Bloomsbury Press
(5) http://www.tobaccofreekids.org/research/factsheets/pdf/philipmorris.pdf
(6) West, R. (2006). Tobacco control: Present and future. British Medical Bulletin , 77–78 (1), 123–136.