Sentir culpa no ayuda. El arrepentimiento, sí.
La culpa crea la impresión en la mente de que uno es, para siempre e intrínsecamente, indigno, lo cual no es cierto para nadie. Es más productivo arrepentirse de lo negativo que hayas hecho con el deseo de no repetir el mismo error, de hacer las cosas mejor en el futuro y, si es posible, de reparar el daño que hiciste.
El punto principal es evitar, intencional y maliciosamente, herir a los demás. Sin embargo, si sucede que hieres a otros como resultado de tu propia confusión, debes culpar a la confusión, no a ti mismo. Tú no eres la confusión, tú no eres la ira, tú no eres el apego, de la misma manera que tú no eres la gripe, la fiebre o la malaria que puede afectarte. Solo te ves afectado, momentáneamente, por estas condiciones. Siempre es posible cambiar.