Intenta ver lo siguiente: Sin importar qué, la naturaleza del Buda está siempre presente en todos los seres vivos. Por lo tanto, no hay nada en ningún ser humano, tú o cualquier otro, que esté fundamentalmente mal.
Esto no es solo una creencia ingenua. Piensa en la naturaleza básica de la mente. Es incluso más fundamental que la felicidad o el sufrimiento. La concientización pura es la calidad más básica del ser: la consciencia. ¿Cómo pudo eso degenerarse? Solo el contenido de la mente, las creaciones mentales, pueden ‟ser malas”. De hecho, pueden ser realmente malas. Pero la naturaleza básica de la concientización permanece igual.
Este es el punto fundamental. Los eventos mentales son el resultado de infinitas causas y condiciones, y por naturaleza, son temporales. Por lo tanto, es imposible que sean malos permanentemente. Entonces la percepción de ser fundamentalmente ‟malo” o ‟perjudicial” solo ocurre siempre y cuando alimentemos las reflexiones que perpetúan ese estado mental en particular que hace que pensemos que somos ‟malos”.
¿Cómo se puede salir de este marco mental? Intenta comprender que lo que percibes como ‟malo” no es una calidad intrínseca de la mente. Como no es permanente, no hay razón para desesperarse. Siempre hay una salida.
Debes fomentar, mentalmente, las condiciones que pueden ser útiles como antídotos directos para los estados mentales angustiantes. Estos son solo algunos ejemplos:
•Meditar, con todo el corazón, sobre la compasión para todos los seres vivos que sufren tanto o, en muchos casos, mucho más que tú.
•Ver la naturaleza vacía de los pensamientos cuando se los mira, con afán, directamente a ellos.
•Pensar en imágenes mentales que son muy diferentes a lo que está provocando tu sufrimiento (piensa, por ejemplo, en un lugar donde todo es pacífico y armonioso).
•Mirar intensamente un ‟lugar” en tu interior, o una experiencia, que no se vea afectada por el sufrimiento y descansar en ese lugar.
Por sobre todo, nunca pierdas la confianza de que el cambio siempre es posible en nosotros mismos y de que, frecuentemente, subestimamos mucho el poder de la transformación de la mente. La mente puede ser nuestro peor enemigo, pero también puede ser nuestro mejor amigo.