El 3 de abril, por la mañana, una tailandesa de 14 años se cayó en las vías del Sistema de Tránsito Rápido Masivo (Mass Rapid Transit (MRT)) en Singapur. Nitcharee Peneakchanasak, también conocida como Nong Than, perdió ambas piernas desde debajo de las rodillas. El tren, a medida que llegaba a la estación, cercenó una de las piernas, y la otra estaba tan mutilada que los cirujanos debieron amputársela.
Diez días después, le dijo a un periodista del Bangkok Post, ‟Me estoy recuperando realmente bien después de la cirugía y, espero poder irme del hospital en las próximas cuatro semanas”. Dijo que se sentía mucho mejor y que ya estaba aceptando lo que le había pasado. ‟Creo que mi vida recién comienza y estoy lista para adaptarme a una nueva vida… No voy a darme por vencida, eso seguro.” La valiente adolescente reveló que no había llorado ni una sola vez y que estuvo consciente durante toda la operación de rescate. Cuando se recupere y vuelva a caminar, desea terminar sus estudios en Singapur y graduarse de la universidad: ‟Deseo quedarme en Singapur porque este país tiene todos los sistemas de infraestructura pública e instalaciones para discapacitados.”
Ya es bastante destacable ver cómo esta adolescente reaccionó con tanto coraje y confianza en su futuro. Pero es aún más inspirador ser testigo de que, en vez de intentar que las autoridades responsables le dieran una compensación económica sustancial, su reacción inicial en relación con este accidente, el cual tocó los corazones de la gente de su país, haya sido considerar la situación desde un punto de vista altruista. Dijo que quería que su caso sea un ‟llamado de atención” para las autoridades tailandesas que estaban obligadas a brindar las medidas de seguridad adecuadas en sus trenes interurbanos. Además, exigió que el gobierno tailandés prestara más atención a la difícil condición de los discapacitados mediante la facilitación de una infraestructura pública básica que los ayude a moverse más fácilmente y que haga que puedan disfrutar más su vida.
Al ver a su hija en el hospital, el padre de Nong Than tuvo que contener sus lágrimas. ‟No se quejó nunca de su destino”, dijo y agregó: ‟Ha podido adaptarse rápidamente a su nueva condición”. Por último dijo: ‟Todos los doctores y todo el personal del hospital que la conocieron reconocen enormemente su fortaleza y actitud positiva”. Todos los días, desde el accidente, muchos tailandeses donaron dinero para ayudar a Nong Than.
Unas páginas más adelante en el periódico Bangkok Post, leímos que los gemelos, Tyler y Cameron Winklevoss, exremadores olímpicos, presentaron demandas en contra del fundador de Facebook, Gary Zuckerberg, a quien acusan de haber creado la famosa red social a sus espaldas, cuando, en realidad, debería haber implementado una red similar para exestudiantes de Harvard en nombre de los gemelos. En 2008, después de una demanda inicial, los hermanos recibieron una gran cantidad de acciones de Facebook como parte del acuerdo, acciones cuyo valor estimado actual es de 200 millones de dólares. Pero siguen disconformes. Creen que el valor de esas acciones había sido intencionalmente subestimado por la contraparte, y por lo tanto, iniciaron apelaciones con esperanzas de recibir mucho más. Mientras tanto, el juez dictaminó: ‟Los Winklevoss no son los primeros vencidos por un competidor que buscan ganar con un litigio lo que no pudieron lograr en su actividad.”
¿Qué se puede hacer con 500 millones que no se puede hacer con 200 millones? No mucho; por uno mismo, por lo menos. Pero, ciertamente, mucho por otros, siempre y cuando uno se preocupe por sus destinos y que uno realmente elija usar este dinero para el bienestar del prójimo.
El solo comparar estos dos artículos se convierte en una lección de vida. El contraste entre estas dos actitudes descritas es, ciertamente, sorprendente. Por un lado, una reacción altruista, un rechazo a rendirse cuando te encuentras frente a un resultado cruel, una energía por vivir a pesar de todo, y confianza en las posibilidades de la vida; por otro lado, aparentemente, resentimiento y una voluntad decidida para pelear con alguien que tuvo mucho éxito, y especialmente, disconformidad, incluso después de haber sido compensado al punto de tener, claramente, lo suficiente para vivir en abundancia por el resto de la vida.