blog

¿Es éste el modelo adecuado para una gran nación?

El candidato a la vicepresidencia, Paul Ryan, recomienda a todos sus colaboradores que lean la obra de Ayn Rand. ¿Realmente quieren los Estados Unidos de América un líder cuyos ideales promueven el egoísmo en la sociedad? Estoy convenido de que el egoísmo vuelve miserable la vida de aquellos que nos rodean, y la nuestra también.

Efectivamente, Ayn Rand es un enigma. A pesar de ser practicamente una desconocida en Europa y en el resto del mundo, sigue teniendo una influencia significativa en la sociedad americana. En 1991, una encuesta de opinión realizada por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos citó La rebelión de Atlas, su principal obra, como el libro más influyente tras la Biblia. El presidente Reagan y Alan Greenspan fueron tan grandes admiradores de Ayn Rand como Paul Ryan.

Ayn Rand no cree que todos somos fundamentalmente egoístas por naturaleza. Ella defiende más bien que deberíamos ser egoístas si queremos tener una buena vida. Para ella, el altruismo y la compasión son vicios masoquistas que amezan nuestra supervivencia y nos hacen descuidar nuestra felicidad. Según Ayn Rand, el altruismo no sólo es indeseable, sino que también es inmoral. Considera que nuestra propia felicidad personal es lo único que importa en la vida, y que al preocuparnos por los demás nos convertimos en esclavos y, según sus propias palabras, en «animales de sacrificio». Así, fomenta la virtud del egoísmo y sostiene que «atacar el egoísmo es atacar la autoestima de los hombres».

Ayn Rand no mide sus palabras. Durante una conversación con Mike Wallace en 1959, afirmó: «Considero que el altruismo es maligno. Es inmoral porque te exige que ames a todo el mundo indiscriminadamente, sin importar si tienen o no algún valor o virtud». Para ella, el amor altruista es degradante porque, según sus propias palabras, «si amas a aquellos que no lo merecen, tu alma puede acabar siendo un vertedero».

Sus ideas han creado una postura doctrinal para los que defienden que ni el gobierno ni nadie debería pedirnos que nos interesemos por los pobres, los enfermos, los ancianos, y que la gente no debería estar obligada a pagar impuestos para mantenerlos. Puedes ayudarles si eso te hace feliz, pero no debería considerarse como un deber social. Como Mitt Romney declaró recientemente en su discurso «47%», «mi trabajo no consiste en preocuparme por esa gente».

Rand también ha sido una figura clave en la justificación intelectual de la epidemia narcisista que ha proliferado en Estados Unidos durante las últimas dos o tres décadas..

Numerosos proyectos de investigación, entre los que se encuentran los realizados recientemente por la psicóloga Barbara Fredrickson, han demostrado que las emociones positivas relacionadas con el amor, la bondad y la gratitud pueden mejorar nuestras vidas y hacer que seamos más sabios, fuertes, sanos y que nos integremos más fácilmente en la sociedad. De hecho, cuando estamos conectados con alguien de una forma positiva y bondadosa, nuestra confianza en esa persona aumenta, y nuestra relación y lealtad se vuelven más profundas. En palabras de Fredrickson, ‟el amor es la emoción suprema que nos hace sentirnos más vivos y más humanos”.

Rand, sin embargo, lleva el amor altruista al nivel de una transacción comercial. En su novela La rebelión de Atlas, establece que «el principio del comercio es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas. El amor, la amistad, el respeto y la admiración representan el pago que se da a cambio del placer personal y egoísta que uno obtiene de las virtudes del carácter de otro”.

En relación con su vida privada, Mike Wallace preguntó a Rand: ‟Usted está ayudando económicamente a su marido, ¿eso no supone una contradicción con los principios que defiende?» A lo que ella respondió: «No, porque yo le amo egoístamente. Le ayudo en mi propio interés. Si él alguna vez lo necesitara, yo no lo llamaría un sacrificio, puesto que me produce un placer egoísta».

Las fuentes preferidas de Ayn Rand son cuanto menos cuestionables. En su obra Journals, cita las siguientes declaraciones de William Edward Hickman: ‟Lo que es bueno para mí, es correcto.” La respuesta de Rand fue entusiasta: «Esta es la mejor y más convincente expresión de un verdadero psicólogo que he oído nunca». El único problema es que Hickman era un psicópata que provocó múltiples incendios, secuestró niños y cometió asesinatos.

El principal argumento desarrollado por Ayn Rand es que «la consecución de su propia felicidad es el mayor propósito moral de un hombre». Pero el gran error de Rand es creer que las personas deben ser egoístas para ser felices. La experiencia y la ciencia demuestran que el egoísmo extremo que ella defiende es una fórmula perfecta para el sufrimiento, no para la felicidad. De hecho, éste parece haber sido el caso de la propia Rand, que ha sido descrita por aquellos que la conocían bien como altiva, narcisista, desprovista de empatía, y más bien infeliz. Sus relaciones con su entorno cercano estuvieron plagadas de animosidad y resentimiento. Menospreció a la inmensa mayoría de los seres humanos considerándolos «mediocres, estúpidos e irracionales».

Para poder hacer frente a los retos de nuestro tiempo de manera exitosa, necesitamos tener más consideración por los demás, preocuparnos por su bienestar y actuar con la intención de beneficiarles. Si fuésemos más considerados con las generaciones venideras, no sacrificaríamos ciegamente el mundo que les vamos a dejar en favor de nuestros objetivos a corto plazo.

Así, el altruismo es un factor determinante para la calidad de nuestra existencia actual y futura, y no debería ser relegado al nivel de una noble utopía soñada por unos pocos individuos de gran corazón, y aún menos al de un estado «inmoral» de nuestra mente. Debemos tener la habilidad de reconocerlo y la audacia de decirlo.

Sería tentador descalificar a Ayn Rand como una filósofa mediocre, completamente desprovista de empatía -aunque ella se consideraba a sí misma como uno de los tres mayores filósofos de todos los tiempos, una de las tres «A», junto con Aristóteles y Agustín. Sin embargo, no podemos ignorar la gran influencia que a día de hoy continúa ejerciendo en muchos sectores de la vida y la política americanas. Por muy bochornosas que sus teorías nos puedan parecer a algunos de nosotros, debemos ser como un médico que no puede ignorar una extraña enfermedad que se ha convertido en epidemia.