Hay muchos seres en este mundo que poseen inmensas cualidades y benefician a los demás de diversas maneras. Alegrémonos sinceramente con sus logros y deseemos que sus cualidades nunca disminuyan, sino que aumenten y perduren. La capacidad de celebrar las mejores cualidades de otros también actúa como antídoto contra la envidia y los celos. Estos últimos reflejan la incapacidad de alegrarnos por los logros y la felicidad de otros. El regocijo es también una cura para el desaliento y para la visión oscura y sin esperanza del mundo y de los seres humanos.
Imparcialidad
La imparcialidad es un elemento esencial para las tres meditaciones anteriores. El deseo de que todos los seres sean liberados del sufrimiento y de sus causas debe ser universal. No debe depender de nuestras preferencias sesgadas o de la manera en la que los demás nos traten. La compasión, por ejemplo, tiene el objetivo de eliminar todo tipo de sufrimiento, sin importar el lugar donde exista, ni la forma que tome. Seamos como el médico cuyo único deseo es curar a sus pacientes, sin importar su comportamiento. Si alguien actúa de una manera malévola, considéralo como una persona afectada mentalmente que necesita curarse de su padecimiento en vez de tratarla con hostilidad. Así como el sol sale para los buenos y para los malos, sobre los lagos limpios y sobre los sucios, el amor y la compasión imparciales deben llevarse a todos los seres humanos, sin distinción.